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Representación e imágenes

Uno de los temas que se repite casi cada vez que se anuncia una nueva versión de alguna película o la adaptación de alguna saga literaria a un medio audiovisual es la de la representación. Hay opiniones a favor y opiniones en contra y el debate es continuo y cíclico y por lo general no lleva a ninguna parte porque las opiniones más compartidas no son las que tienen en cuenta los que se dedican a hacer series y películas. Pero eso no impide que surjan debates, que se insulte ni que haya gente que escribe en blogs sobre ello sin venir a cuento. Evidentemente lo que interesa a ejecutivos y demás personas que se dedican a hacer cosas sobre la representación es la pasta que se pueda sacar de ello y si merece la pena cabrear a un grupo de consumidores exponiéndose al boicot o la reducción de ventas a cambio de tener a otro contento. De momento da la sensación de que han decidido que sí merece la pena, porque cada vez ocurre en más medios. Ayuda también que sirva para lavar la imagen de las empresas, vendiéndolas como progresistas y modernas. Si hasta Disney lo hace, cómo no lo van a hacer empresas más pequeñas y a todas luces con un pasado mucho menos racista y misógino.

No creo que haga falta aclarar que los estereotipos no son representación

Pero bueno, que me voy del tema. Representación, eso. ¿Qué es la representación? Pues hablando mal y pronto, que en las películas y series (y demás) aparezcan personas con características físicas distintas a las del prototipo de persona normal (es decir, el hombre cis, blanco, heterosexual, de clase media y en buena medida cristiano). Es decir, negros, mujeres, LGTB, capacidades diversas y demás. Es importante destacar que esas características físicas no tienen por qué ser una parte fundamental del personaje, aunque hay papeles en los que se hace necesario. Por ejemplo es relevante que Django sea un esclavo negro en la película de Tarantino (y eso lo convierte en representación porque no solo apareen personajes con características distintas sino que son protagonistas en la propia historia) pero no es relevante que Nick Furia sea negro en el universo cinematográfico de Marvel (podría ser de cualquier otro color, etnia o género y no afectaría al personaje en sí). La representación como en el primer caso, en el que las características distintas son el eje central de la trama son algo muy relevante, entre otras cosas porque hay muchísima más gente que se sale de las normas que la que está dentro y eso nos abre un mundo enorme de posibilidades, pero es que además muchas de las historias más relevantes que se pueden contar desde fuera de la norma están directamente relacionadas con ese prototipo de persona normal a través de cómo lo normal aparta sistemáticamente a todo lo que no es normal.


Jamie Foxx en Django: Desencadenado

Pero, y aunque no lo parezca, quiero centrarme en el otro tipo de representación, principalmente porque es la que más quejas recibe de lejos. Hay que ser muy públicamente racista para quejarte de que hagan una película sobre esclavos negros, pero hay que ser bastante menos públicamente racista para quejarte de que en una obra de teatro adaptando Harry Potter a Hermione la interprete una actriz negra. Y claro, podríamos decir (como muchos dicen) que el personaje es una niña blanca británica y que eso no puede cambiarse sin que pierda el sentido. ¿Sería lógico que Hermione fuera tanzana, por ejemplo? Según la lógica del propio mundo en el que vive no, pero ¿sería lógico que fuera negra? ¿Hay algún motivo para que una niña británica negra capaz de hacer magia no fuera a Hogwarts? No. Pues eso. Mientras algo no cambien fundamentalmente al personaje y por tanto a la historia, ¿qué más da? Es más, mientras algo no cambie fundamentalmente a los personajes y por tanto a la historia, ¿no sería más lógico hacer que reflejase la realidad lo más fielmente posible? Las personas negras existen. Las mujeres en puestos de poder existen. El colectivo LGTB existe y tiene vida más allá de sus identidades de género y sexualidades. Las personas con discapacidad existen y viven en el mismo mundo que el resto.

 Kaya, del multiverso de Magic: The Gathering, un buen ejemplo de representación

Pero vamos a lo importante: qué pasa en tu cabeza. ¿No pasa que cuando lees una novela creas una imagen en tu cabeza de los personajes que luego puede o no coincidir con lo que quien quiera que lo haya escrito tenía en mente? Pues para hacer esas imágenes mentales nos basamos en lo que tenemos en la cabeza, que entra ahí en buena medida por lo que vemos fuera. Y hasta que no aparece alguien dispuesto a enfrentar el modelo básico que tenemos todos metido a presión por tantas y tantas series, películas y demás no nos damos cuenta. Y resulta que lees algo en lo que los personajes tienen rasgos árabes o directamente subsaharianos pero eres incapaz de pensar en ellos con esos rasgos. En su lugar son blancos, delgados, con buen porte y ojos claros. Y es que no somos asépticos para nada. Todo lo que vemos lo absorbemos y lo utilizamos para ver nuestro mundo. Y si siempre vemos héroes blancos, hombres al mando de las empresas y LGTB y personas con discapacidad inexistentes, pues nos vamos a sorprender cuando la realidad nos enseñe que no es así (o que no tiene por qué ser así, mejor dicho). Y ya tenemos suficiente con intentar entender el mundo como para que encima nos lo expliquen mal.

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