Ir al contenido principal

Brooks y moverse siempre hacia adelante

 Este fin de semana he visto por fin Cadena Perpetua (The Shawshank Redemption como título original), que siendo una de las consideradas obras maestras de la historia del cine ha conseguido aguantar a las expectativas que la gente le da. Es una película muy buena, muy entretenida y de las que consigue que no apartes la mirada ni un minuto (lo cual en mi caso es un logro bastante impresionante teniendo en cuenta que tengo la capacidad de atención de un cachorro de golde retriever con déficit de atención) y además de eso es una película que trata temas complicados de una forma más o menos correcta. Está basada en una novela corta de Stephen King que no he leído y que debe ser bastante buena y para quien haya cometido el error de no verla como he hecho yo los últimos años, trata sobre un hombre que es falsamente acusado de doble asesinato y sentenciado a cadena perpetua (de ahí el título en España) y las cosas que hace y le pasan durante los muchos años que está en la cárcel. No quiero hacer spoiler porque aunque el desenlace no es demasiado relevante para la historia en sí, hay gente a la que le molestan y además no me hace falta para hablar de lo que quiero.

Poster de la película

Y lo que quiero hablar es de Brooks. Brooks es un personaje secundario de la película: un hombre que para cuando empieza la trama lleva ya décadas encerrado. Es un hombre bastante mayor, tranquilo, amable, que regenta la biblioteca de la prisión y ayuda un poco a repartir contrabando. Es alguien que hace muchos años cometió un error y ha vivido prácticamente toda su vida en prisión. Como el personaje de Morgan Freeman dice, está “institucionalizado”, es decir, ha admitido la cárcel como la realidad del mundo. No hay nada fuera de sus muros para él y él no es nada fuera de esos muros. Pero un día, casi sin venir a cuento, le conceden la libertad condicional y se ve obligado a salir a un mundo que ya no conoce. De camino al alojamiento que le han preparado se sorprende al ver cientos de coches por la calle, porque cuando él entró en prisión ver uno era digno de recuerdo. Pero Brooks, viejo y sin conocer a nadie que no esté en la cárcel intenta con todas sus fuerzas adaptarse a la sociedad. Consigue un trabajo en un supermercado, pasea, da de comer a los pájaros e intenta por todos los medios no acordarse continuamente de que estaba mejor en la cárcel. Al final escribe una carta muy emotiva a sus amigos de dentro de la prisión, talla con su navaja “Brooks was here” (Brooks estuvo aquí) en la viga del techo de su habitación y a continuación se cuelga por el cuello de esa misma viga. La vida fuera de la cárcel es demasiado para él.

Fotograma en el que se aprecia el mensaje

A todo se acostumbra uno son palabras que se pueden oír en cualquier parte, son casi como un refrán. Y parece cierto. A todo se acostumbra uno, o al menos la mayoría. Porque historias de personas que en circunstancias terribles siguen para adelante las hay a cientos. Por poner un ejemplo brutal, hubo miles de personas que se acostumbraron a vivir entre ratas, con agua hasta los tobillos, cadáveres, miedo continuo, explosiones, la posibilidad diaria de tener que correr al descubierto contra enemigos armados hasta los dientes, tener que matar a los enemigos que corren hacia ti, enfermedades, armas químicas y demás en las trincheras de la primera guerra mundial. Y, lógicamente, muchos se volvieron totalmente locos. Pero hubo muchos más que consiguieron acostumbrarse a vivir así. Y durante semanas y meses así estuvieron, hasta que con un poco de suerte un día volvieron a su casa más o menos enteros. Y vivieron vidas normales y felices hasta que murieron por cualquier motivo.

Sí, nos acostumbramos a todo, sin ir más lejos nos hemos acostumbrado a la vida en una pandemia de golpe y porrazo, pero eso no significa que nos acostumbremos bien. Cuando hay que amoldarse a nuevas situaciones tan absurdamente dispares a lo normal, hay que cambiar a pasos agigantados. Y los que se acostumbran no son ni de lejos los mismos que se encontraron con esa situación. El Brooks que entró en la cárcel no era el mismo Brooks que salió de ella, y no solo por las décadas de crecimiento. Como una especie de cangrejo ermitaño, la gente cambia para adaptarse a la nueva concha que es su vida. Si le permite crecer, lo hace, si le obliga a apretarse y apenas poder respirar, también lo hace. Lo que sea para seguir vivo. Pero Brooks no siguió vivo. Decidió conscientemente quitarse la vida antes que intentar adaptarse a la nueva concha que, presumiblemente, le hubiera permitido crecer hasta ser mucho más de lo que había sido dentro de la cárcel. ¿Y a quién no le gustaría crecer? Pues a muchos, pero no se lo permitimos.

El consumo continuo y los cangrejos ermitaños no están tan poco relacionados como parece

El interés social sobre cada persona ahora mismo (y durante los último 75 años también) es el de seguir siendo más, cada vez más, crecer, mejorar, avanzar, moverse, aunque sea cuesta abajo. Lo que importa es no quedarse quieto. Evolucionar como persona. ¿Por qué? ¿Porque uno no puede encontrar un sitio donde se sienta a gusto y seguir allí dentro toda su vida? ¿Por qué hay que moverse siempre? La respuesta es, como en muchas otras cosas, capitalismo. Y más concretamente, la necesidad de producción continua del capitalismo. Porque para no colapsar sobre sí mismo este necesita de seguir creciendo cada vez más y más y cualquiera que no siga creciendo con él se convierte en un enemigo potencial. La producción no puede seguir creciendo para siempre si la demanda no sigue creciendo y la demanda no crece si la gente decide que con lo que tiene ya es bastante. Por eso necesitamos otro coche, otro móvil, otra casa, otra consola, otra fiesta, otro todo. Porque lo que tenemos ahora no puede ser suficiente para el sistema económico. Quedarse quieto implica que te atropellen. Pero cambiar y adaptarse continuamente a nuevas conchas es muy cansado, requiere mucho esfuerzo que no todo el mundo tiene por qué estar dispuesto a hacer. Ese es el mensaje: quédate quieto si quieres (y si no también). No hay nada malo en hacerlo y el que diga lo contrario es que necesita que sigas comprando o que se ha creído lo que le ha dicho uno que necesita que siga comprando. Para. Observa. Y decide. Porque seguir siempre avanzando lleva a la tumba solo un poco más despacio que colgarse por el cuello de una viga. Plantéate por qué camino prefieres llegar y qué hacer mientras lo recorres. Porque al igual que la cárcel el capitalismo institucionaliza, pero si has visto Cadena Perpetua, sabes que de eso también hay salida.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Delibes y reirse de la muerte

Ayer fui al teatro a ver Señora de rojo sobre fondo gris . Puede sonar como una obra indie o alternativa, pero es una adaptación de la novela de Miguel Delibes del mismo nombre. Y aunque las comparaciones sean odiosas, creo que en este caso compararla con Cinco horas con Mario , que casualmente es la última obra que he visto antes que esta es ser bastante justos. Comencemos por el principio. Tanto Señora de rojo sobre fondo gris como Cinco horas con Mario están producidas por la misma compañía, Sabre Producciones y en la adaptación de su guión ha participado José Sámano, siendo también director de la primera. Además, las dos obras tienen un perfil muy similar, ya que ambas son monólogos de personajes que han perdido a su cónyuge recientemente, interpretado el protagonista y único personaje en el caso de Señora de rojo por José Sacristán y por Lola Herrera en el caso de Cinco horas . Ambos, actriz y actor, hacen un papel magnífico, siendo además los personajes del mismo escritor

Votar o no votar: ¿A quién debemos regalar nuestro voto?

¡Elecciones, elecciones! Estamos a menos de un mes de las primeras y por si eso no resultase suficientemente saturador con la precampaña, la campaña, los medios de comunicación con ello todo el día, Cataluña, Venezuela, ignorar lo que hace falta ignorar y todo eso, en Mayo tenemos una triple ración de elecciones (autonómicas, municipales y europeas). Nos esperan dos meses como para irse a vivir a una isla desierta para no votar a nadie.  Imagen sacada de El Sol Ácrata Pero vamos a lo que nos ocupa: la abstención, o mejor dicho, la abstención voluntaria. Yo soy una persona interesada en la política que ha votado siempre que ha tenido ocasión, llegando al punto de solicitar el voto por correo en las últimas generales por no poder votar físicamente el día de las elecciones. No recuerdo exactamente en cuantas elecciones he tenido derecho a voto, al menos en una europeas (en las que voté a Podemos, todos nos equivocamos cuando somos jóvenes), unas generales (las del voto por correo,

Piedras a la policía (el Orgullo vendido al capitalismo I)

El año pasado se cumplieron 50 años de Mayo del 68, el último gran movimiento social occidental (al menos del S. XX). Un año y un mes después se cumplen 50 años de otro movimiento social que sirvió para que muchos y muchas pudieran ser ellos mismos. Este año se cumplen 50 años de Stonewall. No te sorprendas si no te suena porque aquí en España al menos era algo relativamente poco conocido entre los ajenos a la comunidad LGTB, pero Stonewall fue el principio de todo. No tengo intención de sentar cátedra sobre lo que ocurrió allí, sus repercusiones o lo que llevó a ello, basta decir que fue la primera vez que las identidades LGTB se alzaron orgullosas de sí mismas para reclamar un puesto en la sociedad. Fue el origen del Orgullo. El Orgullo, esa fiesta criticada desde los sectores conservadores de la sociedad, que Vox ha querido sacar del centro de Madrid , que para los que nunca han estado y son fácilmente alarmables es básicamente una gigantesca orgía y que ha servido como pla