Una de mis cruzadas personales es contra los finales suaves en todo tipo de medios. Originalmente viene de las novelas, pero conforme he ido extendiendo el ocio cultural que consumo, se ha extendido acorde a series, películas y demás. No es siquiera la primera vez que hablo de este tema en el blog, ya que hace aproximadamente un años hice una entrada ( esta ) en la que hablaba un poco del mismo tema por culpa de Murakami y su, aún a pesar del final, excelente novela La Muerte del Comendador. Y un año después sigo encontrándome exactamente lo mismo y quejándome exactamente de las mismas cosas. Un final no es bueno solo porque a los protagonistas las cosas les salgan bien. Punto. De hecho puede ser malísimo por forzar las cosas a lo bruto para que los personajes más queridos queden por encima, y si no que se lo pregunten a Tyrion Lannister. El caso es que por una vez en mi vida he decidido ver una serie mientras aún todo el mundo habla de ella, y la afortunada ganadora ha sido Gambito d
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