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Los Oscar para Parásitos



Llegó la noche más esperada del año por mucha gente, gente que, por otra parte, probablemente sea mejor mantener alejada de uno para conservar la cordura. Los Oscar, la gala de la academia estadounidense de cine y los premios más famosos del séptimo arte con bastantes pocas dudas. En esta gala todos los años pasa algo que la convierte en “la noche de los Oscar más especial de la historia”, y esta vez es que por primera vez en casi cien años, ha ganado el Oscar a mejor película una película extranjera.

 PARÁSITOS. 

Lo primero de todo, al César lo que es del César y a Bong Joon-Ho lo que es de Bong Joon-Ho, la película es cojonuda. Es una historia distinta, no exenta de crítica social (esto más adelante lo toco otro poco), divertida y para los que no sabemos demasiado de la parte técnica del cine, bonita de ver. Pero no es de la película en sí misma de lo que quiero hablar, porque eso es capaz de hacerlo cualquiera y probablemente mejor que yo, es de su significado y de los Óscar en general. 

Para quien no se haya enterado de qué va el asunto, en Parásitos nos cuentan una historia de una forma ciertamente ambigua con la intención de que nos preguntemos si son los ricos los que parasitan a los pobres o los pobres los que parasitan a los ricos. Esa es más o menos la premisa de la película (sin meterme en spoilers, claro). El mensaje está claro, y a Hollywood le encanta. La academia y Hoollywood llevan unos años intentando demostrar que son la vanguardia social de E.E.U.U. y por tanto del mundo, es decir, que son los más “progres”, los más respetuosos con las minorías, los más abiertos de mente y los más modernos. Movimientos como el #MeToo o sin ir más lejos que Natalie Portman acudiera a la gala con los nombres bordados de directoras que no han sido nominadas en su vestido indica que se están dando pasos hacia la igualdad efectiva de hombre y mujeres en Hollywood. Pero probablemente ahí acaben los pasos hacia la igualdad. 

Los del 2019 se consideraron unos premios Oscar excepcionalmente inclusivos, ya que hubo nominados y ganadores no blancos (especialmente negros) por doquier. Pero eso era el tema del año pasado, este año el tema es la inclusión de películas de otros países a premio importante (y sólo Parásitos, no nos engañemos). Cada año parece surgir un tema relacionado con la inclusión de los de fuera que opaca cualquier otra crítica que se les pueda hacer a estos premios (y realmente a casi cualquier otra gala). Y la inclusión no se demuestra de una vez en una vez. Como he leído por ahí, estaría bien que se dejaran de hacer bromas sobre que hay pocos actores negros en los Oscar y comenzaran a nominar a más. E igual que con los negros con cualquier otro. Bong Joon-Ho hizo unas polémicas declaraciones al respecto, diciendo que cuando los estadounidenses aprendieran a ver más allá de los subtítulos, descubrirían un nuevo mundo de cine de calidad. Probablemente por eso le han dado el Oscar, para demostrar que han sido capaces de ver más allá de los subtítulos. Porque con Hollywood, como meca de la cultura occidental, todo es demostrar. 

Bong Joon-Ho jugando con dos de sus estatuillas

Joaquin Phoenix, otro de los grandes ganadores de la noche, dio un discurso perfectamente emotivo sobre por qué deberíamos convertirnos todos en veganos, sobre la explotación animal y sus implicaciones, y luego claro, tuvo que hacerse una foto para demostrar que sí que come comida vegana, incluso a la salida de los Oscar. La directora del documental premiado, “American Factory” cita a Karl Marx con aquello de trabajadores del mundo, uníos. Una crítica loable hecha desde el púlpito de una asociación que literalmente se creó para engañar a los trabajadores de Hollywood y que no se sindicaran. Disidencia controlada con el objetivo de quedar bien frente a las cámaras. Por eso Parásitos gusta tanto: es una película que critica duramente las condiciones del capitalismo pero sin criticar directamente el capitalismo. Y encima extranjera, más puntos de progreso. La historia de Parásitos hubiera sido muy distinta si fuera una crítica frontal al capitalismo, sin eso de ¿quién son los parásitos? Porque es bastante evidente que los parásitos son los ricos, que impiden a los pobres llegar a vivir una vida digna sin tener que sacrificarse o parasitar de otros. Pero ese mensaje jamás podrá llegar a Hollywood, porque bajo todo ese progreso, todo ese #MeToo, toda esa inclusión, todo ese veganismo, todo ese compromiso social y todo ese mensaje reivindicativo, lo que hay es dinero. Hollywood y la academia es algo hecho por y para ricos, que se come a las personas incapaces de mantener un nivel de riqueza suficiente y que destroza a todos los trabajadores que hacen falta para que cada película pueda salir adelante. Porque debajo de cada director, actor, actriz y guión hay cientos o miles de trabajadores anónimos que lo hacen posible y cuyo reconocimiento es un premio que no le importa a nadie y que no hace nada por mejorar sus condiciones, es más, las empeora creando una competitividad innecesaria en su sector. 

Julia Reichert, la directora que citó a Marx

Hollywood y la academia son las mecas del capitalismo amable, el que mientras te muestra la mano con la que ayuda a un pobre está pisando a cientos con las botas, El capitalismo del glamour conseguido escondiendo la miseria. Si creyeran que iba a ocurrir de verdad, nadie diría en los Óscar a los trabajadores que se unieran, porque sería su fin. Y por desgracia, parece que pueden decirlo con total impunidad. Trabajadores del mundo, uníos, ya basta de hacer teatro.

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