Hace más o menos un año escribí en este mismo blog una entrada en la que hablaba de cómo la propia construcción de los partidos políticos y los sistemas derivados de esta misma construcción convierten la política y gestión públicas en un concurso de popularidad ( AQUÍ ). Así, los miembros de un partido, ya sean votantes, afiliados o cargos del mismo necesitan seguir una línea ideológica muy concreta para no desentonar con el aparato electoral, porque la política deja de estar centrada en las propuestas que uno considera que son necesarias para mejorar o arreglar el mundo y pasa a estar centradas en las propuestas que uno considera que pueden dar más votos o ganar un espacio político determinado. Pero que la política es un juego de popularidad lo sabe prácticamente todo el mundo, y queda hasta algo rancio decir que tu confianza en las instituciones es inexistente porque “son todos iguales” o “solo quieren ganar votos”. Es cierto que no son todos exactamente iguales, al menos no en prop
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