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Mafalda contra Calvin, Diógenes contra Platón

Que en esta casa se apuesta por Diógenes y no por Platón es algo que, a estas alturas, debería haber quedado claro para cualquiera que haya leído dos o tres entradas o haya hablado conmigo unos diez minutos. Que en esta casa se leen cómics también es algo relativamente evidente. Y que nos gustan los personajes sarcásticos cuyos comentarios están muy por encima de su capacidad percibida, pues es algo nuevo, pero aquí lo dejo. Hoy toca hablar de Mafalda y de Calvin.

Mafalda es uno de los personajes literarios más ampliamente reconocidos en lengua española, llegando a niveles quijotescos de reconocimiento, incluso de fama internacional, aunque sin llegar a dar el salto a la cultura anglosajona. Calvin (y su amigo Hobbes) quizá tengan más competencia en su nicho con otros personajes de tira cómica yankis como Snoopy o Garfield, pero también tienen un reconocimiento global y se hay llegado a publicar en formato original, es decir, en tiras cómicas de prensa, en España



La niña argentina a la que no le gusta la sopa y el niño americano suburbano tienen muchas cosas en común, de hecho son el mismo arquetipo de personaje y aunque por geografía y época no se enfrentan exactamente a los mismos problemas, hay historias que son comunes a todas las “clases medias” en todas partes. También tienen en común que ambos autores, Quino y Watterson, ponían muchas trabas o directamente se negaban a hacer productos ajenos a las tiras cómicas con sus personajes en ellos, lo cual puede parecer nimio, pero lleva invariablemente a que ambos personajes sean fundamentalmente habitantes del medio de la tira cómica (aunque Mafalda ha tenido menos suerte con eso y de hecho, tiene un par de series animadas). No es que este dato sea especialmente relevante para lo que quiero contar, pero habla de una audiencia concreta a la que se dirige y que lo experimenta y del impacto cultural que pueden alcanzar.

Entrando en los personajes y su planteamiento ético ante la vida, existe un paralelismo para mí evidente pero quizá algo cogido por los pelos entre la forma en la que Mafalda denuncia al mundo y propone soluciones y en la que lo hace Calvin, que directamente rechaza el mundo a cambio de crear uno nuevo. Ética y políticamente resuenan los planteamientos platónicos y cínicos respectivamente. Mafalda quiere cambiar el mundo, pero este mundo. Calvin no se deja refrenar por lógicas tan sencillas, él quiere inventar un mundo nuevo.

La República de Platón es uno de los libros más famosos de la historia, al nivel de la Biblia. En él, entre otras cosas como apretar los puñitos muy fuerte porque no encuentra argumentos racionales que apoyen la subyugación de la mujer al hombre, Platón habla de cómo organizar una sociedad perfecta. Esto se lleva estudiando en la educación secundaria generaciones, así que es probable que todo el mundo que lea esto le suene al menos lo de una República dirigida por reyes-filósofos (curiosa república que es a la vez monarquía) y dividida en estamentos según la parte del alma que predomina en cada persona. Lo interesante al respecto es que el sistema político que plantea Platón es muy similar al sistema de polis en el que él mismo estaba inmerso, simplemente proponía la que, a su forma de ver, era la mejor forma de organizar dicho sistema. Los cínicos, representados en este símil por Diógenes porque se dedicaba a meterse con Platón y me hace gracia el concepto y porque compartieron época y geografía, no proponían ninguna forma de organización política concreta, pues su foco estaba en el individuo y cómo éste podía vivir una vida más plena y virtuosa mediante una individualismo radical y el enfrentamiento continuo con las formas sociales impuestas.

Mafalda, en una de sus viñetas más famosas, señala la porra de un policía diciendo “¿Ven? Este es el palito de abollar ideologías”. Esta viñeta, repetida y reutilizada hasta la saciedad por cualquiera al que la policía haya hecho siquiera amago de abollarle la ideología, da una cara de Mafalda que está ahí, sin duda, pero que es fácilmente malinterpretable. Mafalda opina que la policía sirve a los intereses de los poderosos (lo cual es cierto) y que se puede crear un mundo sin policía (lo cuál también es cierto), pero no lo hace porque se plantee que la represión ideológica es algo inherentemente dañino para las personas, si no porque cree que se puede crear un mundo en el que las ideologías “buenas” sean completamente dominantes y por lo tanto no haga falta reprimir las “malas” específicamente ya que será la sociedad en su conjunto la que lo haga.

Calvin, por su parte, plantea continuamente quejas y dudas al respecto de cómo funcionan las cosas y propone continuamente soluciones que para él son evidentes pero que para el lector son completas locuras porque llevan invariablemente al desmoronamiento de algún sistema social concreto (laboral, escolar, comercial,...) o a la destrucción de la sociedad tal y como la planteamos. Para Calvin esto no son más que pequeños inconvenientes de los que el mundo hace una montaña. No le importa lo más mínimo si algo funciona para el conjunto o no o si lo que hace molesta a otros: lo hace porque cree que es lo que tiene (quiere) hacer y ya está y (aunque no le guste demasiado) apechuga con unas consecuencias que ni entiende ni quiere entender sin dejar jamás convencerse por otros de que se debe hacer algo solo porque es lo “correcto”.

Y es posible que esta comparación sea una tontería sin ninguna utilidad práctica, de hecho estoy casi seguro de que es así, pero me encuentro en este mundo contra mi voluntad y no tengo intención ninguna de cooperar para que tenga más sentido.


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