Qué puede haber, en esta época de superproducciones cinematográficas, cuando los efectos especiales físicos y digitales están refinados al extremo de poder hacer películas casi completamente basadas en estos y cuando el género de acción llena día sí y día también salas y produce beneficios millonarios, qué puede haber que destaque entre todo eso. Pues hay una saga: John Wick.
John Wick es una saga, de momento una trilogía, sencilla y sobre todo, directa. Destaca en el mar de películas de acción por dos razones fundamentales. Primero, porque su protagonista es Keanu Reeves y eso siempre suma puntos a una película y segundo porque sus escenas de acción están coreografiadas y rodadas con una precisión y un buen tino que dan ganas de verlas en bucle. Prescinde en todo lo posible de efectos digitales, corta entre planos lo menos posible, lleva (más o menos) la cuenta de cuántas balas se disparan con qué arma, pone en escena a matones que no siendo especialmente brillantes al menos no esperan tranquilamente a que se carguen a su compañero, alterna entre persecuciones, tiroteos, combate mano a mano, momentos de calma y la historia que quiere contar manteniendo siempre un buen ritmo y tienes perros. Es la excelencia en el género de acción, ni más ni menos.
¿Y cómo se consigue esta excelencia? Pues centrándose en lo importante y dejando de lado lo poco relevante. Y esto es cine de acción, cine de asesinos profesionales. Y eso significa dejar la trama muy por detrás de la espectacularidad de los planos. Porque sí, John Wick es preciosa de ver, pero si te pones a pensar a fondo, no tiene absolutamente ningún sentido. Para empezar, el protagonista, John Wick, la máquina de matar perfecta, considerado el mejor incluso entre los mejores asesinos del mundo, capaz de lograr asesinatos imposibles y enfrentarse a decenas o incluso cientos de matones y salir victorioso, un día decide abandonar ese mundo porque encuentra a una mujer con la que quiere vivir una vida sencilla. La mujer muere enferma y como parte de su última voluntad hace que le envíen un cachorro precioso para que no se sienta solo y se deprima. Como a los dos días de que le llegue el cachorro entran a su casa a robarle el coche y matar a su perro unos mafiosos rusos. Unos mafiosos rusos casualmente dirigidos por el hijo de su antiguo jefe, un capo de la mafia ruso. Entonces, como es normal, John Wick decide acabar el solo con toda la mafia rusa que se empeña en proteger al hijo del capo. Y lo consigue. El personaje es una locura de principio a fin y lo único que puede hacer que un asesino a sangre fría se presente como alguien tan fácil de apoyar es que lo interpreta Keanu Reeves y que quiso dejar lo de asesinar y tal atrás y simplemente vivir la vida (con el dinero que ganó de asesinar a gente).
Para ilustrar el ejemplo, todas las imágenes de esta entrada son fotogramas de la saga |
Después, el mundo en el que se ambienta la saga muestra una sección enorme de la sociedad que existe únicamente para que los asesinos se puedan mover por el mundo y cumplir sus encargos. Hay hoteles que sirven de base de operaciones, tiendas de ropa y armas, médicos, gente que busca información y planos,... Todo ello dirigido por una organización formada por los mayores grupos del crimen organizado del mundo y gestionado por una red de telefonistas de los años veinte. En cuanto empiezas a pensar un poco sobre la trama y el mundo de las películas, te das cuenta de que son una absoluta locura, que no te lo creerías en cualquier otra película y que probablemente deberías dejar de ver esta. Pero no es así. La saga de John Wick sabe perfectamente cuál son sus fuerzas y cuál sus debilidades y aprovecha al máximo unas mientras que convenientemente ignora las otras. La historia no importa y no va a impedir que consigamos planos espectaculares y escenas de acción épicas. Qué más dará que un asesinato en principio secreto acabe en un tiroteo por las calles de Roma y que casualmente ningún policía aparezca por ahí. Qué más dará que cada nueva película introduzcamos más y más reglas absurdas con la única intención de tener una excusa para dispararnos. Qué más dará que a veces no hagamos caso a nuestras propias reglas. Gracias a esos fallos tenemos escenas increíbles, como tiroteos en mitad de un concierto en las Termas de Caracalla en Roma o en una exposición psicodélica del MOMA. Tenemos persecuciones increíbles y movimientos de cámara espectaculares. Tenemos escenas trascendentales como en la que el regente de uno de los hoteles de asesinos hace que toda la gente de un parque se quede simultáneamente mirando hacia el protagonista. ¿Tiene sentido? No, ninguno, pero no importa.
La saga de John Wick tiene algo que otras no tienen, y es que sabe lo que es. No es una película que quiera contar una historia, no es algo que requiere una trama compleja y absurda con giro y giros de guión, no es una película de acción sobre salvar el mundo y tampoco es simplemente una película de tiros. La saga de John Wick es una saga de acción hecha con amor al género, con amor al soporte y con los medios técnicos y personales suficientes para llevarlo a buen puerto. Es la excelencia de una película de acción, ni más ni menos.
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