Hay algunas veces en las que coges un libro del que no esperas demasiado y resulta que entre sus páginas encuentras un tesoro. Algunas veces ocurre de la forma más absurda posible. Una recomendación cuando la pides, de alguien que te la da por otros motivos, como en este caso. Eso me ha ocurrido con Zerocalcare.
Llevo unas cuantas semanas que nada de lo que leo me parece suficientemente interesante como para justificar el esfuerzo que resulta leer, por lo que me he tirado de cabeza a leer comics, que requieren menos esfuerzo que las novelas y los ensayos. Llevo tanto así que se me habían acabado las ideas de qué leer, porque había agotado todos los pendientes y todas las relecturas que tenía preparadas, así que pedí recomendaciones, y escondida entre ellas estaba la de Zerocalcare. Vino, como vienen casi todas las cosas buenas, por casualidad, por una amiga que había visto la serie de Netflix y que consideró que podían gustarme sus cómics. Hizo pleno. Me metí en internet y descubrí que su primer cómic es también el más afamado: La Profecía del Armadillo. Y me lo leí. Y me gustó bastante, lo suficiente como para leerlo de una tirada. Y me quedé con ganas de más, así que empecé el siguiente de sus cómics que tenía: Kobane Calling. Y me apasionó. Puede que quien sepa más de técnica y estilo de cómics opine distinto, pero yo desde aquí considero a Kobane Calling una obra maestra del cómic y del cómic político, salvando las distancias, a la altura de Maus y Persépolis.
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Portada de la 3ª Edición del cómic |
El cómic cuenta los viajes del autor a la zona de Rojava y la guerra que allí luchan contra el ISIS. Es un diario de viaje y un cómic político que no pretende en ningún momento esconder que lo es, y por tanto cuenta cosas duras y cosas suaves, cosas graciosas (me ha sacado unas cuantas veces una carcajada mientras lo leía) y cosas que te encogen el corazón en el pecho. Y es en la mezcla y la forma de lograrla es donde se encuentra su mayor virtud, ya que uno puede estar fijándose en la crudeza con la que cuenta cómo se vive el día a día en una zona de guerra para encontrarse una viñeta como esta inmediatamente después:
Y uno puede encontrarse con una imagen idílica de un campo de entrenamiento de mujeres kurdas en el que sorprende la diferencia con la idea militar rígida que todos tenemos para saltar en la siguiente viñeta a la historia de una de las guerrilleras que es absolutamente terrible y horrorosa. Es un cómic que te da una palmadita en la espalda cuando te presenta cosas duras para que puedan pasar mejor y un puñetazo en el alma cuando te presenta cosas agradables para que no olvides que estás leyendo un cómic sobre una zona de guerra y sobre la lucha de muchas mujeres y hombres por lograr su libertad.
Y podría seguir hablando de este cómic, relatar las muchas historias interesantes que esconden sus 250 páginas, pero prefiero que cada cual lo descubra a su ritmo, porque la experiencia merece la pena. Quizá en el futuro haga una reseña de la serie, que me comentan que tiene una gran calidad también, pero en el momento de escribir esto no la he visto, porque he preferido mantener la idea del Zerocalcare autor de cómics un poco más de tiempo antes de emborronarlo con el Zerocalcare algo más mainstream.
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