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Podemos y Eichmann: la banalidad de la política

Para volver a hacer una entrada como las de antes no hay nada mejor que meterse en un fregado en el que no se me ha invitado, y para eso no hay nada mejor que hablar de política. Y como parece que está de moda el intelectualismo en el análisis político, pues queda muy bien hablar de política desde la óptica de alguna filosofía en particular, aunque solo sea para demostrar lo mucho (o poco) que la conoces. Así que hablemos de Podemos (y por podemos me refiero a Unidas Podemos o como quiera que se llame el partido a nivel nacional). Y como filosofía tengo que recurrir a la que más me llama cuando oigo lo que hacen, a Hannah Arendt y la banalidad del mal.

Hannah Arendt

Siendo una de las teorías filosóficas más conocidas de la segunda mitad del siglo veinte y una de las más capaces de explicar la barbarie de su primera mitad, Hannah Arendt desarrolló esta teoría tras atender al juicio de Adolf Eichmann en 1961. Eichmann fue un alto mando nazi que se fugó al final de la Segunda Guerra Mundial y estuvo en busca y captura durante años por su participación en el holocausto. Arendt, que atendió a su juicio como corresponsal del New Yorker, esperaba encontrarse un monstruo, un hombre sin remordimientos y con un odio profundo hacia los judíos, un odio capaz de destrozar cualquier duda que se pueda tener sobre el hecho de ayudar a masacrar a cientos de miles de personas. Lo que se encontró, muy a su pesar, fue a un hombre extremadamente normal, un funcionario que cumplía con sus deberes de una forma eficiente y sin pensar demasiado en ello. La defensa del nazi consistió en buena medida en repetir que él únicamente hacía su trabajo y que nunca había matado a nadie. Eichmann se encargaba de que los trenes llegasen puntuales a su destino, obviando que esos trenes iban cargados de personas hacia su muerte. A él no le importaba qué ocurriese más allá de su esfera inmediata de influencia y hasta donde a él se refería, ese mundo no existía. De esta experiencia Arendt extrajo el concepto de “la banalidad del mal”, es decir, que el mal no lo hacían únicamente hombre deliberadamente malos, sino hombres normales y corrientes que simplemente no se planteaban lo que ocurría y por tanto no decidían enfrentar algo que de haberlo pensado probablemente hubieran encontrado terrible.

Eichmann en su juicio

Aquí es donde entra Podemos y los sucesos relativamente recientes. Porque, desde hace un tiempo, Podemos es parte del gobierno de esta nuestra España apoyando en esta empresa al PSOE. Este gobierno fue algo polémico en su momento porque en varios puntos clave sus programas electorales entraban en conflicto, pero en teoría eso se solucionó a base de negociaciones y llegaron a un acuerdo. Desde entonces el PSOE ha incumplido en varias ocasiones dicho acuerdo y Podemos ha conseguido migajas de lo que en principio llevaba en su programa. La última en el momento de escribir esto es la de mandar vehículos militares a la policía que se enfrenta a unos manifestantes que piden trabajo y a los que el gobierno en su momento dijo que iba a ayudar. Y siempre, todas, absolutamente todas las veces que ocurre algo que atenta directamente contra las ideas de Podemos y viene de parte del gobierno aparecen los mensajes de sus votantes y militantes diciendo que con la representación que tienen no pueden evitarlo y que la culpa es del PSOE que es quien realmente manda en el gobierno. El paralelismo con Eichmann es evidente: nosotros hacemos nuestro trabajo, son otros los que hacen el mal. En ambos casos, el de Eichmann y el de Podemos (asumiendo benévolamente que Podemos es lo que su mensaje dice ser y no un PSOE con otro color) se ignora, puede que deliberadamente, puede que debido a algún mecanismo cognitivo que busca proteger a sus usuarios que aunque los actos que se llevan a cabo no repercutan directamente en el mal o en daño a terceros, sí lo hacen indirectamente, bien sea ayudando a quienes hacen el mal a hacerlo o al menos no impidiéndolo cuando se tiene la posibilidad. Y sí, es cierto que tanto Hitler como el PSOE probablemente hubieran encontrado a alguien que hiciera el mismo trabajo que hizo Eichmann o que hace Podemos y que el mal se hubiera hecho igual, no lo niego, eso depende de dinámicas del poder y no de los individuos que se encuentran en ellas, pero sí se hace evidente que la defensa de Eichmann de que únicamente hacía su trabajo y la defensa de Podemos de que no tienen suficiente poder electoral como para evitar los desmanes del gobierno no les exculpa de que su cooperación es necesaria para que eso ocurra. Eichmann podría haber renunciado a su puesto y Podemos haber salido del gobierno, pero ni el nazi lo hizo ni Podemos lo ha hecho en el momento de escribir esto.

La tanqueta que inspiró la entrada

Puede que ya sea tarde para ello, pero Podemos puede recoger la poca dignidad y credibilidad que les queda y abandonar un gobierno que no hace más que darles patadas en el culo, pero estoy casi seguro de que no va a pasar. Es un hecho que hay una parte sustancial de los votos que los recogen los partidos en el gobierno simplemente por estar en el gobierno y Podemos está demasiado cerca del precipicio para abandonar esos votos, además de que a estas alturas probablemente hayan descubierto que la comodidad de los sillones no se puede superar simplemente con la buena voluntad de los individuos que eligen para que se sienten en ellos, cosa que Simone Weil, otra filósofa del siglo XX, explicó perfectamente y de lo que ya hablé en esta otra entrada. Al final los partidos antisistema son exactamente lo mismo que lo que denuncian porque el propio sistema está construido para funcionar así e igual que el gobierno de Vichy es ampliamente vilipendiado en Francia por colaboracionista de los nazis pese a que su intención era la de salvar en la medida de lo posible a los franceses, Podemos se verá en el futuro como un partido más que no sirvió para nada a los de abajo pese a que esas fueran sus intenciones. Y si no tiempo al tiempo.

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