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Realismo Capitalista vs Los Desposeídos: imaginar la alternativa

En su libro Realismo capitalista: ¿No hay alternativa? Mark Fisher (K-Punk) explica cómo el capitalismo se ha asentado tan profundamente en nuestro mundo globalizado que somos siquiera incapaces de ver una alternativa a las lógicas internas de este y como hasta las ideas más revolucionarias y anticapitalistas muchas veces pecan de no ser más que el capitalismo disfrazado de alguna otra cosa. Haciéndose eco de la sentencia de Zizek: “Es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo”. K-Punk también explica cómo el capitalismo es lo suficientemente eficiente como ideología para reproducirse sin necesidad de propaganda (explícita), y que, debido a eso, consigue entrar en todas partes y esparcir así su mensaje. Construir alternativas, aunque sea de forma puramente teórica se hace una tarea prácticamente imposible, porque no sólo tenemos una base capitalista de la que es muy complicado desprenderse, sino que el propio capitalismo es capaz de amoldarse y adaptarse a cualquier idea nueva que se proponga y seguir haciendo fundamentalmente lo mismo.

Mark Fisher (K-Punk)

Y aquí es donde entra Úrsula K. LeGuin, escritora de la que llevaba un tiempo queriendo hablar pero que no conseguía encajar bien en ningún sitio. En la que probablemente sea su novela más famosa, Los Desposeídos, hace precisamente lo que K-Punk dice que es tan complicado: ofrecer una alternativa. Cabe destacar que la novela es de 1974, momento en el que el comunismo global todavía estaba fuerte y parecía una alternativa viable al capitalismo. Y LeGuin atacó a ambos por igual. La novela sigue a un físico que descubre algo importante y se va a vivir de un mundo anarcocomunista (Anarres) a otro mundo, literalmente, ya que es otro planeta capitalista (Urras). Allí va viendo cómo funciona el asunto y comparándolo con lo que él hacía en Anarres (que técnicamente es una luna, peor bueno) natal. Para enteraros mejor de la trama tendréis que leerlo, pero con esas pocas pinceladas es suficiente para lo que quiero explicar. Y es que lo importante de esta novela es el cómo se presentan los sistemas políticos y las ideas, el enfoque que se les da.

Úrsula K. Le Guin

Llegamos a la sociedad capitalista de la mano del protagonista, que es un desertor de la sociedad anarcocomunista (que Wikipedia define como anarquismo taoísta) y no sólo eso, deserta con un conocimiento importantísimo debajo del brazo y en consecuencia es tratado como una celebridad en Urras. Le tratan muy bien, le enseñan todos los logros que han conseguido, le proporcionan todos los recursos que necesita. Ve y experimenta la parte más positiva de un mundo capitalista, y sólo puede compararlo con su luna natal, llena de trabajo duro y en ocasiones hambre, luna de la que tuvo que irse porque los encargados de promocionar su investigación decidieron no hacerlo por ego personal. De primeras parece la típica historia de la guerra fría, pero entonces va avanzando poco a poco y el protagonista va descubriendo cómo funcionan las cosas de verdad en una sociedad como la de Urras. Siente que todo es demasiado frío y formal, todo parece falso, hay comodidades totalmente innecesarias que para alguien como él son derroches sin sentido. Y sobre todo, está controlado. No le dejan marchar a visitar las ciudades a su libre albedrío, siempre está dirigido y seguido por gente encargada de llevarle exactamente a donde ellos quieren que vaya. Y siguiendo una historia que ahora ya está claro por dónde va, se escapa y entra en contacto con todo lo que le han estado escondiendo, incluyendo gente que vive en Urras y que odia vivir allí por la explotación y todo lo que conlleva una sociedad capitalista para los que no están en la parte de arriba. La novela es bastante buena, amena y no demasiado larga, y el mensaje que trae no es directo y totalmente parcial, está elaborado y muy bien dirigido.

Lo importante de esta forma de contar las cosas es que se aleja del idealismo absurdo de la pura propaganda: presenta una sociedad como la de Anarres con los fallos que puede tener, exiliados, con problemas ambientales, económicos y con cosas que no funcionan independientemente del buen empeño que le pongas porque hay un gilipollas encargado de ello que impide que funcione. Ninguna sociedad ajena al capitalismo va a ser perfecta, es más, va a tener muchísimos fallos que tendremos que ir arreglando sobre la marcha como podamos, pero, y esto es el quid de la cuestión, únicamente parece que el capitalismo es una sociedad sin fallo que funciona perfectamente, y lo parece porque el propio capitalismo ha evolucionado para parecerlo. Evidentemente nadie nos aísla de todo lo malo que trae el capitalismo como ocurre con el protagonista, al menos no físicamente, pero intenta esconderlo debajo de la alfombra. Las condiciones de vida que se le imponen a los millones que producen nuestros lujos, que están lejos y no vemos. Los circos mediáticos y de ocio que ocupan tiempo en los noticiarios en vez de tratar problemas estructurales. Las historias de superación y de enriquecimiento personal que convenientemente olvidan que ya se era rico antes o que se ha tenido que ser un hijo de puta para llegar allí. Las comodidades creadas para hacernos más fácil soportar una vida condenada a la producción continua. Esas cosas que muchos llevan denunciando años y siglos y que se encuentran con excavar un poco, pero que son inmediatamente sepultadas de nuevo en una avalancha de información intrascendente. Todo eso es el equivalente a los que están en la parte de arriba de la pirámide llevándonos solo a los barrios ricos.

Puede que sea más fácil imaginar el fin del mundo que imaginar el fin del capitalismo, pero también es suficientemente fácil imaginar alternativas reales al capitalismo cuando uno se aleja del puro idealismo. Tenemos que asumir que una vida sin capitalismo (al igual que una vida con capitalismo) va a ser dura, cruda, va a tener problemas que requieren sacrificios para solucionarlos, va a tener gente imbécil en ella y muchas veces va a parecer que no merece la pena. Esas son cualidades intrínsecas de la vida, no del capitalismo. Y la solución tiene que pasar por entender que un sistema alternativo es aquel en el que las miserias se repartan entre todos con intención de minimizarlas y no aquél en el que todo funciona mágicamente bien, porque eso es imposible.

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