Ir al contenido principal

Pensemos en el suicidio II: El suicidio como realidad política



Hace más o menos medio año subí una entrada al blog hablando de como contemplar la posibilidad de nuestro propio suicidio podía ayudarnos a vivir la vida más intensamente (se puede leer aquí) y hoy quiero complementar un poco esa entrada escribiendo sobre una de las dimensiones del suicidio sobre la que normalmente no se habla: la dimensión política. 

File:Suicide rates map es.svg - Wikimedia Commons
Las tasas de suicidios entendidos como tal a lo largo del mundo

Y es que tenemos, al menos en el mundo occidental moderno, la loca idea en la cabeza de que el suicidio es algo completamente individual y una decisión que toma el suicida sin que el mundo exterior sea una influencia directa. Esto no es así, por mucho que queramos creerlo, y las pruebas están, no sólo en la historia, sino también en cómo se trata el suicidio según en qué condiciones se dé. Aunque para hablar de esto más correctamente, probablemente haya que definir lo que yo tomo como suicidio. Para mí suicidio es cualquier acto u omisión de acto que, realizado voluntariamente, tenga como consecuencia previsible o deseable la muerte de quién lo realiza. La definición es un poco muy pedante, pero creo que se entiende lo que quiero decir. 

Y ahora, sabiendo más o menos de qué vamos a hablar, ¿cómo se entiende el suicidio como un acto político? Históricamente es algo que se ha dado en varias culturas a lo largo del mundo y en diferentes épocas (hasta que llegó el cristianismo, más o menos). Famosas son la muerte de Séneca o la de Sócrates, por ejemplo. Tampoco es un fenómeno que se haya dado exclusivamente a nivel individual, tenemos los ejemplos de Numancia y Masada (los romanos están bastante relacionados con el suicidio). Y tampoco es algo que requiera viajar 2.000 años al pasado para encontrárnoslo, tenemos ejemplos de hace unos pocos años en los monjes budistas que se inmolan como forma de protesta en Vietnam o el Tíbet. Algunos de estos ejemplos son consecuencias de actos políticos, formas de resistencia desesperada (como Numancia o Masada), algunos son pruebas de que el suicido era un arma política como otra cualquiera (tanto a Séneca como a Sócrates les obligaron a suicidarse, pero, en última instancia aceptaron voluntariamente hacerlo) y algunos son ejemplos de una participación política proactiva, con intención de centrar la discusión sobre un problema político concreto (el monje budista ardiendo debe ser una de las imágenes más famosas del S.XX). Pero, y aquí está lo importante, todos estos ejemplos que he dado y muchos otros que le pueden venir a la cabeza a cualquiera tienen una cosa en común: son ampliamente reconocidos como suicidios. No todos los suicidios políticos tienen esa suerte. 

Quang Duc autoinmolándose en Saigón en 1963. (Foto Prensa Libre: AP)
El suicidio de Quang Duc en Saigón (1963)

Y es que si volvemos a la definición que he dado antes, podemos encontrar actos voluntarios cuya consecuencia es la muerte por millones a lo largo de la historia y no son, en general, considerados suicidios. Pongamos el ejemplo de las guerras. ¿Cuántos soldados han entregado su vida voluntariamente en nombre de su país, su religión o lo que quiera que les hayan contado? Aun suponiendo que son una minoría entre las bajas de cada guerra, la suma asciende a cientos de miles o incluso a millones con facilidad. ¿Leónidas y los 300? Una muerte heroica, sí, pero un suicidio. ¿Los habitantes de Madrid que se enfrentaron a los Mamelucos en 1808? Suicidas, aunque fuera por una buena causa. ¿Los soldados estadounidenses que de vez en cuando matan por todo el mundo? Suicidas. Todos ellos conscientes de que sus actos les podrían llevar con mucha probabilidad a una muerte inmediata. Todos ellos voluntarios. Todos suicidas. Y no sólo en el ámbito militar podemos encontrar estos suicidios. Los bomberos cometen suicidios como parte de su trabajo. Los médicos y enfermeros también. No se suelen ver como suicidios, sino como consecuencias terribles de actos de altruismo, pero son suicidios. Incluso en la Iglesia Católica, el mayor bastión contra el suicidio que existe en el mundo (probablemente), hay suicidas. Cientos o incluso miles, y son reverenciados e incluso tomados como modelos a seguir. ¿Raro, verdad? Pues Jesús fue un suicida. San Esteban fue un suicida. San Pedro fue un suicida. San Pablo fue un suicida. La gran mayoría de grandes figuras del primer cristianismo fueron suicidas. ¿Que fue el contexto histórico y el mundo a su alrededor lo que les llevó al suicidio? Sí, sin duda, pero eligieron voluntariamente su muerte. Son suicidas. 

Cruz invertida - Wikipedia, la enciclopedia libre
San Pedro prefirió morir a apostatar: es un suicida

Hemos creado palabras con intención de que los suicidios no parezcan tal, sino actos moralmente aceptables. Por eso llamamos héroes a soldados, médicos y bomberos que mueren mientras hacen su trabajo y por eso llamamos mártires a los que mueren por defender obstinadamente sus ideas. El suicidio es una parte de la vida mucho más presente de lo que cualquiera podría pensar en un principio. Entender el suicidio como otra cosa es algo que se filtra por todas partes en nuestra sociedad, que en principio defiende la vida y repudia el quitársela. Si no, ¿cómo acaba la saga cinematográfica más importante de los últimos diez años? Con el suicidio de Iron Man. ¿Escenas en películas de acción en las que alguien se suicida para salvar a otros? Cientos, miles. ¿Arcos de personaje que acaban con una redención a través del suicidio? Otros tantos. Está por todas partes, aunque especialmente en el cine porque el lenguaje cinematográfico se presta muy bien a ello (menos introspección y más espectacularidad en las escenas que en una novela, por ejemplo). Lloramos y no lo entendemos cuadro alguien se quita la vida porque decide que no puede seguir viviendo y sin embargo aplaudimos cuando otro se quita la vida por cualquier otro motivo. En España el suicidio se lleva a unas 3.500 personas al año y en el mundo a unas 800.000. Son datos que sorprenden por su cantidad, y muchos países consideran el suicidio como un problema de salud pública de primer orden, y sin embargo, el suicidio se glorifica en la cultura una y otra y otra vez. Quizá es que el problema no sea el suicidio en sí, sino la ganancia que hay detrás. El suicidio sin causa es egoísmo, el suicidio para conseguir algo, heroicidad. No nos asusta el suicidio, nos asusta no sacar nada del que alguien se suicide.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Delibes y reirse de la muerte

Ayer fui al teatro a ver Señora de rojo sobre fondo gris . Puede sonar como una obra indie o alternativa, pero es una adaptación de la novela de Miguel Delibes del mismo nombre. Y aunque las comparaciones sean odiosas, creo que en este caso compararla con Cinco horas con Mario , que casualmente es la última obra que he visto antes que esta es ser bastante justos. Comencemos por el principio. Tanto Señora de rojo sobre fondo gris como Cinco horas con Mario están producidas por la misma compañía, Sabre Producciones y en la adaptación de su guión ha participado José Sámano, siendo también director de la primera. Además, las dos obras tienen un perfil muy similar, ya que ambas son monólogos de personajes que han perdido a su cónyuge recientemente, interpretado el protagonista y único personaje en el caso de Señora de rojo por José Sacristán y por Lola Herrera en el caso de Cinco horas . Ambos, actriz y actor, hacen un papel magnífico, siendo además los personajes del mismo escritor

Votar o no votar: ¿A quién debemos regalar nuestro voto?

¡Elecciones, elecciones! Estamos a menos de un mes de las primeras y por si eso no resultase suficientemente saturador con la precampaña, la campaña, los medios de comunicación con ello todo el día, Cataluña, Venezuela, ignorar lo que hace falta ignorar y todo eso, en Mayo tenemos una triple ración de elecciones (autonómicas, municipales y europeas). Nos esperan dos meses como para irse a vivir a una isla desierta para no votar a nadie.  Imagen sacada de El Sol Ácrata Pero vamos a lo que nos ocupa: la abstención, o mejor dicho, la abstención voluntaria. Yo soy una persona interesada en la política que ha votado siempre que ha tenido ocasión, llegando al punto de solicitar el voto por correo en las últimas generales por no poder votar físicamente el día de las elecciones. No recuerdo exactamente en cuantas elecciones he tenido derecho a voto, al menos en una europeas (en las que voté a Podemos, todos nos equivocamos cuando somos jóvenes), unas generales (las del voto por correo,

Piedras a la policía (el Orgullo vendido al capitalismo I)

El año pasado se cumplieron 50 años de Mayo del 68, el último gran movimiento social occidental (al menos del S. XX). Un año y un mes después se cumplen 50 años de otro movimiento social que sirvió para que muchos y muchas pudieran ser ellos mismos. Este año se cumplen 50 años de Stonewall. No te sorprendas si no te suena porque aquí en España al menos era algo relativamente poco conocido entre los ajenos a la comunidad LGTB, pero Stonewall fue el principio de todo. No tengo intención de sentar cátedra sobre lo que ocurrió allí, sus repercusiones o lo que llevó a ello, basta decir que fue la primera vez que las identidades LGTB se alzaron orgullosas de sí mismas para reclamar un puesto en la sociedad. Fue el origen del Orgullo. El Orgullo, esa fiesta criticada desde los sectores conservadores de la sociedad, que Vox ha querido sacar del centro de Madrid , que para los que nunca han estado y son fácilmente alarmables es básicamente una gigantesca orgía y que ha servido como pla