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Desgobernados: La política de partidos

Hace unos meses, un poco antes del famoso 28 de Abril escribí un artículo en el que exponía mis opiniones sobre votar o no votar y las implicaciones de esto (AQUÍ). Hoy, casi 3 meses después ya tenemos los resultados de aquellas votaciones. Y el resultado es un desgobierno. PSOE y UP llevan montando el espectáculo las últimas semanas con la cada vez más evidente intención de sacar beneficio político de todo el jaleo, mientras C’s intenta que no se le noten mucho las contradicciones entre lo que dice y hace, VOX lucha para no ser irrelevantes después de todo la turra que dieron antes de las elecciones y el PP intenta pasar desapercibido en medio del caos como medida para arañar unos votos. 

La política en estos tiempos es mucho más un concurso de popularidad que política propiamente dicha. Las propuestas y los actos no tienen importancia cuando los comparas con la visibilidad en medios y en redes, el poder meterse con el rival y arañarle un poco. No es lógico que PSOE y UP no hayan sido capaces de llegar a un acuerdo, no son lógicas muchas de las propuestas del PSOE para el acuerdo y no es lógica en gran medida la actitud de UP para el acuerdo. Suponiendo claro que lo que les interese sea gobernar un país y no ganar votos y sillones. Dice Simone Weil en su texto más famoso, Sobre la supresión general de los partidos políticos que una vez creado un partido político no le queda más remedio que actuar para buscar su propio crecimiento y estabilidad, porque la propia arena política hace estas acciones necesarias para no perder la relevancia: “Mucha gente, cierto es, nunca piensa en el poder total; ese pensamiento les daría miedo. Es vertiginoso, se precisa una especie de grandeza para sostenerlo. Esa gente, cuando se interesa por un partido, se contenta con desear su crecimiento; pero como algo que no comporta ningún límite. Si este año hay tres miembros más que el año pasado, o si la colecta ha conseguido cien francos más, están contentos. Pero desean que eso continúe indefinidamente en la misma dirección. Jamás concebirían que su partido pudiera tener, en ningún caso, demasiados miembros, demasiados electores, demasiado dinero.”. Un partido político es entonces una organización creada con el objetivo principal de reproducirse el mayor tiempo, en el mayor territorio y al mayor número de personas posible y los ideales quedan necesariamente aparcados a un segundo plano. 

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Simone Weil durante la Guerra Civil Española, donde combatió junto a la columna Durruti (Fotografía coloreada digitalmente)
Entonces, ¿por qué creemos en las propuestas de los partidos políticos? Un partido puede proponer invadir Marte si quiere, pero mientras sus propuestas no le den crédito político no las va a llevar a cabo. El poder de los partidos está supeditado a su capacidad para influir en la sociedad y acumular votos, todo lo demás es simplemente un paripé. Es imposible saber cómo cambiará la opinión política entre que se hacen las propuestas electorales y llega el momento de ponerlas en práctica. El bloque de indecisos que migran entre partido y partido en cada fecha electoral y el de aquellos que deciden hacer una abstención (activa o no) es lo que determina si esas políticas se llevan a cabo o no. Los partidos se plantearon en un origen como una forma de aglutinar corrientes de pensamientos muy similares en un grupo concreto que lucha por el poder político para llevar a cabo las propuestas de esas corrientes de pensamiento, pero este papel se ha invertido en las democracias modernas, y ahora los partido son corrientes de pensamiento al que uno se adscribe o no y que deja rápidamente fuera del escenario político cualquier propuesta que no tenga que ver con estas corrientes mayoritarias. Todo se ha convertido en una especie de circo que pretende vender la panacea de cuatro formas distintas con el único objetivo de engañar a la mayor cantidad de personas posible para conseguir sus votos. Y este circo se siente a sí mismo (y el resto de nosotros lo sentimos parecido) como flotando por encima de la propia sociedad que gobierna. Están encima, son los políticos que nos gobiernan y viven en un estado superior de conciencia, su perspectiva vital es más elevada que la de los demás y saben qué es lo que es mejor para nosotros, que casualmente coincide con aquello que es mejor (o que ellos creen que es mejor) para su partido. Por eso es posible que se hagan pactos políticos entre instituciones locales e instituciones regionales, por eso el PP gobierna Castilla y León y Ciudadanos Palencia pese a tener sólo 3 concejales. La política en sí misma es irrelevante, sólo importa aquello que es mejor para cada partido. 

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Mario Simón Martín, alcalde de Palencia con 3 concejales de 24 posibles gracias a la intromisión de las políticas regionales en la política local de la ciudad
¿Y por qué es esto posible? Pues bien, también Simone Weil nos da la respuesta en el ya mencionado texto: “Supongamos que un miembro de un partido —diputado, candidato a diputado, o simplemente militante— adquiera en público el siguiente compromiso: «Cada vez que examine cualquier problema político o social, me comprometo a olvidar absolutamente el hecho de que soy miembro de tal grupo y a preocuparme exclusivamente de discernir el bien público y la justicia.» Ese lenguaje sería muy mal acogido. Los suyos, e incluso muchos otros, lo acusarían de traición. Los menos hostiles dirían: «Entonces, ¿para qué se ha afiliado a un partido?», confesando de esta manera ingenua que, cuando se entra en un partido, se renuncia a buscar únicamente el bien público y la justicia. Ese hombre sería excluido de su partido, o por lo menos perdería la investidura; seguramente no sería elegido.”. El propio funcionamiento de los partidos políticos, su (irónicamente) política interna premia a aquellos que buscan el beneficio del partido. Quizá alguna vez has conocido a alguien que haya entrado en política y probablemente fuera una persona con unos ideales claros, bien asentados y que creía que estaba haciendo lo correcto, porque así es cómo se nos vende la política desde fuera. Pues bien, casi puedo asegurar que si esa persona no ha renunciado a intereses políticos personales (tal o cual mejora local, tal o cual cambio en una ley concreta,…) en nombre del partido no ha llegado muy alto dentro de este. 

Yo no creo que sea, como otras personas parecen creer, que los políticos estén en política por el interés. Creo firmemente que existen en política personas comprometidas que entran allí porque consideran que es la forma legítima de conseguir algo que creen necesario para la comunidad, pero también creo que el propio ecosistema de la política en las democracias modernas sirve hace una suerte de “selección natural” por la que sólo aquellos capaces de pasar por el aro y hacer lo que sea necesario por su partido alcanzan los puestos de decisión desde lo que todo lo demás se mueve. No son los políticos: es la política.

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