La Individualidad acaba con el farol del Ciego
por Tak Kak
G. B. Kelley, un participante habitual en los debates en Liberty, parece haberse acercado a acertar sobre [el debate] egoísmo vs altruismo. Ambos son hechos, pero el egoísta autoconsciente se convierte en tal solo al final del proceso, y tras ello posee y disfruta sus propios poderes tan completamente que no permitiría a ninguna idea convertirse en su maestro. Este tipo de egoísmo produce actos que el altruista puede confundir con altruistas, pero el egoísta autoconsciente trata las ideas como su propiedad, las desmonta, las examina como desea y comprueba que sirvan a su propósito y no le hacen su sirviente.
Un niño es físicamente dependiente. El joven es súbdito del poder de las ideas. La sociedad precristiana, luchar con poderes físicos, corresponde a la niñez en el individuo. El cristianismo, racionalismo, humanismo, comunismo, moralismo, - el idealismo, en una palabra - corresponde a los entusiastas sueños de la juventud. En esa etapa el egoísmo es despreciado, aunque persiste sin reconocimiento general excepto como una forma de bajeza. Para el Idealista humanista es el sustituto del Diablo, al igual que la Humanidad es el sustituto de Dios. El individuo que se vuelve finalmente consciente de sí mismo es, tanto como él mismo, un universo - la humanidad en sí misma. Entonces sabe que ha estado soñando con algo que, en el fondo, es él mismo.
Es incomparable. El proceso de pensamiento que le lleva a reconocerse a sí mismo no puede nunca continuar como un proceso en el que él mismo es solo un factor, pues es un hecho mayor que sus ideas. Por lo tanto, las ideas son simplemente sus posesiones. Los puntos de vista reales son útiles, pero cualquier verdad Sagrada es romanticismo o diatriba. Cuando actúa de forma que los demás puedan ver como no egoísta, debe ser siempre juzgado de la siguiente manera: ¿Lo hace sinceramente la voluntad de quien actúa - por su agrado? Entonces es puramente egoísta. El egoísta que se ha convertido en autoconsciente sabe qué quiere y hace lo que quiere mientras puede. Se interesa en perseguir o rechazar cualquier cosa sin pensar que está satisfaciendo o abandonando alguna causa, misión o deber o si hace bien o mal. Todas esas palabras son impertinentes. No hay nada sagrado por encima de él. Reconoce fuerzas y hace lo mejor que puede para convertirse en maestro de lo que desea.
Los procesos mentales de la individualidad no son los de justificar ninguna conducta, como con el idealista, o de buscar lo que se amolda a un estándar o sirve a una causa, si no que el pensamiento se convierte en un instrumento para determinar qué camino llevará a lo que se desea. ¿Son estos medios los que mejor se ajustan al fin? Entonces se adoptan. La justificación es una tontería supersticiosa. Habiendo encontrado el premio gordo - reconocerse a uno mismo - jamás lo abandonaremos. Damos lo que queremos dar porque queremos. Podemos dar incluso la propia vida. Pero hasta el final lo hacemos por nuestra propia voluntad.
Bien y mal, crimen y virtud, son simplemente ideas de la gente, que no significan nada para el egoísta más allá de que esas ideas crean fanáticos y gente peligrosa o súbditos serviles. Nadie es realmente un egoísta autoconsciente si “mal” en la sociedad significa algo más que inconveniencia. El egoísta, como criminal consciente e irreprimible, es la fuerza que llega a destruir todas las instituciones existentes. Aquello que se llama criminal es siempre el acto de réplica a las pretensiones egoístas de algún hombre o institución. Habrá una gran diferencia cuando muchos egoístas se vuelvan autoconscientes y no se avergüencen de ser egoístas conscientemente.
El lenguaje es ahora mismo cristiano, así que el egoísta no dispone de formas de expresión demasiado buenas. Su voluntad y placer, sin embargo, no es una cosa que se pueda suplicar y conceder. Por supuesto que se aferrará a la libertad sin límite. Unos pocos egoístas autoconcientes, como papas, reyes, presidentes, legisladores, jueces y generales dominan el mundo porque el resto de la gente está confusa, como egoístas no conscientes que temen su propia naturaleza y creen que deben obedecer a las ideas.
G. B. Kelley, un participante habitual en los debates en Liberty, parece haberse acercado a acertar sobre [el debate] egoísmo vs altruismo. Ambos son hechos, pero el egoísta autoconsciente se convierte en tal solo al final del proceso, y tras ello posee y disfruta sus propios poderes tan completamente que no permitiría a ninguna idea convertirse en su maestro. Este tipo de egoísmo produce actos que el altruista puede confundir con altruistas, pero el egoísta autoconsciente trata las ideas como su propiedad, las desmonta, las examina como desea y comprueba que sirvan a su propósito y no le hacen su sirviente.
Un niño es físicamente dependiente. El joven es súbdito del poder de las ideas. La sociedad precristiana, luchar con poderes físicos, corresponde a la niñez en el individuo. El cristianismo, racionalismo, humanismo, comunismo, moralismo, - el idealismo, en una palabra - corresponde a los entusiastas sueños de la juventud. En esa etapa el egoísmo es despreciado, aunque persiste sin reconocimiento general excepto como una forma de bajeza. Para el Idealista humanista es el sustituto del Diablo, al igual que la Humanidad es el sustituto de Dios. El individuo que se vuelve finalmente consciente de sí mismo es, tanto como él mismo, un universo - la humanidad en sí misma. Entonces sabe que ha estado soñando con algo que, en el fondo, es él mismo.
Es incomparable. El proceso de pensamiento que le lleva a reconocerse a sí mismo no puede nunca continuar como un proceso en el que él mismo es solo un factor, pues es un hecho mayor que sus ideas. Por lo tanto, las ideas son simplemente sus posesiones. Los puntos de vista reales son útiles, pero cualquier verdad Sagrada es romanticismo o diatriba. Cuando actúa de forma que los demás puedan ver como no egoísta, debe ser siempre juzgado de la siguiente manera: ¿Lo hace sinceramente la voluntad de quien actúa - por su agrado? Entonces es puramente egoísta. El egoísta que se ha convertido en autoconsciente sabe qué quiere y hace lo que quiere mientras puede. Se interesa en perseguir o rechazar cualquier cosa sin pensar que está satisfaciendo o abandonando alguna causa, misión o deber o si hace bien o mal. Todas esas palabras son impertinentes. No hay nada sagrado por encima de él. Reconoce fuerzas y hace lo mejor que puede para convertirse en maestro de lo que desea.
Los procesos mentales de la individualidad no son los de justificar ninguna conducta, como con el idealista, o de buscar lo que se amolda a un estándar o sirve a una causa, si no que el pensamiento se convierte en un instrumento para determinar qué camino llevará a lo que se desea. ¿Son estos medios los que mejor se ajustan al fin? Entonces se adoptan. La justificación es una tontería supersticiosa. Habiendo encontrado el premio gordo - reconocerse a uno mismo - jamás lo abandonaremos. Damos lo que queremos dar porque queremos. Podemos dar incluso la propia vida. Pero hasta el final lo hacemos por nuestra propia voluntad.
Bien y mal, crimen y virtud, son simplemente ideas de la gente, que no significan nada para el egoísta más allá de que esas ideas crean fanáticos y gente peligrosa o súbditos serviles. Nadie es realmente un egoísta autoconsciente si “mal” en la sociedad significa algo más que inconveniencia. El egoísta, como criminal consciente e irreprimible, es la fuerza que llega a destruir todas las instituciones existentes. Aquello que se llama criminal es siempre el acto de réplica a las pretensiones egoístas de algún hombre o institución. Habrá una gran diferencia cuando muchos egoístas se vuelvan autoconscientes y no se avergüencen de ser egoístas conscientemente.
El lenguaje es ahora mismo cristiano, así que el egoísta no dispone de formas de expresión demasiado buenas. Su voluntad y placer, sin embargo, no es una cosa que se pueda suplicar y conceder. Por supuesto que se aferrará a la libertad sin límite. Unos pocos egoístas autoconcientes, como papas, reyes, presidentes, legisladores, jueces y generales dominan el mundo porque el resto de la gente está confusa, como egoístas no conscientes que temen su propia naturaleza y creen que deben obedecer a las ideas.
Este escrito corto pero luciferino sobre el egoísmo como arma teórica apareció en Liberty, número 83, del 3 de julio de 1886.
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