El filósofo helenísitco y meme de internet Diógenes es conocido como el principal y mayor ejemplo de la corriente filosófica del cinismo, lo que significa que es conocido por una serie de anécdotas más que por cualquier otra cosa. Desde masturbarse y cagar en público hasta tirar un pollo desplumado en una clase de Platón, sus anécdotas recorren internet como ejemplos de comportamientos marcadamente exagerados y antisociales. Para la mayoría no son más que anécdotas, pero para quien ha invertido tiempo en entender los motivos que Diógenes (y otros) tuvieron para hacerlas, son lecciones éticas y filosóficas muy bien planteadas.
Diógenes, por Jean-Leon Jerome |
La escuela cínica sobrevivió unos mil años, desde la grecia pre-helenística con Antístienes y los primeros años de Diógenes hasta que Justiniano decidió prohibir todas las filosofías no cristianas. Duró unos pocos años más que la Academia de Platón, e incluso figuras de la talla de Trajano tenían cínicos entre sus consejeros. Eran una escuela eminentemente práctica que se consideraban los descendientes intelectuales de Sócrates (aunque estos sí escribieron cosas), basada en la experiencia personal y un concepto de naturaleza simple y llano. Consideraban las convenciones sociales como innecesarias y generalmente dañinas y las filosofías especulativas como pérdidas de tiempo y elaborados engaños que alejaban a las personas de la felicidad que se encuentra en una vida sencilla. Planteaban vivir la vida como los perros callejeros: en compañía pero sin inhibiciones, buscando el placer y la comodidad pero sin sacrificar la libertad y la individualidad, acostumbrándose a tener solo lo necesario y siendo felices con ello. Creían firmemente que su forma de vida era la correcta y creían que enseñar con el ejemplo era la mejor forma de hacerlo.
Las anécdotas de los cínicos tienen una profundidad mayor de lo que parece si las planteas como momentos de enseñanza y como propaganda ideológica a un tiempo. Desde luego la parte de propaganda les funcionó muy bien, pues 2.500 años después todavía hablamos de ellas. La parte de la enseñanza está algo más desdibujada, pero creo que se debe más a la forma de comunicación actual basada en memes de consumo rápido en la que nos movemos ahora. La fuentes clásicas que nos hablan de los cínicos, como Diógenes Laercio (este es otro Diógenes), plantean la escuela como seria y con las ideas claras y al menos algunos autores modernos, como Onfray, están recogiendo las enseñanzas de esta escuela y aplicándolas al mundo actual de una forma menos memética. Existe incluso la idea (un poco cogida por lo pelos en mi opinión) de que el jodido Jesucristo fue un cínico.
Si volvemos a las anécdotas famosas de Diógenes con todo esto en la mente, podemos entender los motivos por los que hizo lo que hizo. Lo primero es que masturbarse en público y cagar mientras están dando una clase son cosas que llaman muchísimo la atención y sirven para crear publicidad. Lo segundo es que Diógenes no veía nada malo en hacer esto y, de hecho, veía mucho bien en hacerlo y creía que haciéndolo él servía para liberar a los demás de las constricciones sociales que les impedían alcanzar la felicidad.
El caso del pollo desplumado es más concreto pero más incisivo, aunque es complicado entenderlo porque se suele dejar fuera parte del contexto. Platón había descrito al hombre como el único “bípedo implume” y Diógenes apareció por allí con un pollo al que había desplumado gritando “¡Mirad, un hombre!”, interrumpiendo la clase y haciendo que Platón tuviera que cambiar su descripción a “bípedo implume sin pico”. Esa es por lo menos la anécdota más compartida. Hay unas pocas cosas importantes que se dejan fuera de esta anécdota. El escenario es importante, pues la anécdota más compartida habla de que lo hizo en una clase de la Academia, lo cuál, sabiendo que los cínicos practicaban su filosofía de la forma más pública posible, es poco probable. También es importante saber que Diógenes y otros cínicos se dedicaban a desmontar sistemáticamente los modelos idealistas que tanto triunfaban en su momento (principalmente el platonismo) pues eran materialistas puros. Para ellos no existían categorías ideales como “el Hombre”, si no simplemente “hombres”. No era, por tanto, posible dar una definición de Hombre que sirviera para todos los hombres y no dejase entrar a nada más, y, por tanto, sirviera para algo. Desplumar un pollo se convierte así en una refutación filosófica de un sistema entero. Y finalmente, Diógenes y Platón tenían una relación particularmente áspera y es probable que Diógenes se metiera tanto con Platón porque le cayera mal y no solo por motivaciones estrictamente filosóficas.
Con todo esto no quería más que dar unas pocas pinceladas para plantear la idea principal, que es una de las anécdotas que suelen compartirse menos en esta memeficación del cinismo pero que tiene bastante impacto en los planteamientos más “serios”.
La anécdota cuenta cómo estando Alejandro Magno visitando Atenas quiso conocer a Diógenes, pues había oído hablar de él. Alejandro, en ese momento ya rey de Macedonia y conquistador de la Hélade, se acercó a donde Diógenes estaba echado en la calle y le dijo “Soy Alejandro, pídeme lo que quieras y será tuyo”, a lo que Diógenes respondió: “Apártate pues, que me estás tapando el Sol”. En algunas versiones sigue el intercambio con el Magno diciendo sorprendido “Si yo no fuera Alejandro, querría ser Diógenes”, a lo que el filósofo respondió “Y si yo no fuera Diógenes, también querría ser Diógenes”.
¿Por qué esta anécdota? Porque muestra que el cinismo en particular y la filosofía práctica en general siempre se va a enfrentar a un escrutinio al que los sistemas más teóricos y abstractos no tienen que enfrentarse. Alejandro no visita a Diógenes y le ofrece cualquier cosa solo porque considere que se lo merece, si no también para ver cómo reacciona a la oferta. Si el filósofo hubiera pedido cualquier cosa material, hubiera traicionado su propia filosofía y modo de vida, y si simplemente hubiera ignorado al Magno hubiera reconocido tácitamente que no considera sus propias ideas lo suficientemente fuertes como para enfrentarse a la oferta de cualquier otra cosa. Pidiendo algo tan sencillo, algo que literalmente cualquier otra persona también hubiera podido ofrecer no solo reafirma el hecho de que lo que tiene y lo que piensa son las mejores opciones, si no que rebaja a Alejandro al nivel de cualquier otra persona. No importa que seas rey y pronto uno de los mayores conquistadores de la historia, para mí no eres más que cualquier otro. La segunda parte sirve para confirmar esta idea, pues cuando alguien como Alejandro dice que querría ser tú es posible responder que querrías ser otra cosa, pero no hay nada más salvaje que responder que tú también querrías ser tú si no fueras tú, demostrando que consideras que has alcanzado el ideal humano.
Esta anécdota, junto con otra mucho menos conocida en la que Diógenes le dice a Alejandro que no puede diferenciar los huesos de su padre de los huesos de un perro en un basurero en el que andaba rebuscando, representa perfectamente el ideal de libertad individual y rotura de las constricciones sociales que los cínicos buscan, aunque encaja demasiado bien como para que no haya sido endulzada y rehecha decenas de veces. Puede que Diógenes y Alejandro llegasen a conocerse en algún momento, pues aunque Alejandro pertenece a dos generaciones después de la de Diógenes, se dice que el filósofo vivió hasta pasar los 90 años, con lo que temporalmente tendría sentido, aunque personalmente me parece casualidad que un hombre conocido por enfrentarse a toda autoridad y poder se encontrase con el hombre que representa la autoridad y el poder en el mundo antiguo.
La anécdota cuenta cómo estando Alejandro Magno visitando Atenas quiso conocer a Diógenes, pues había oído hablar de él. Alejandro, en ese momento ya rey de Macedonia y conquistador de la Hélade, se acercó a donde Diógenes estaba echado en la calle y le dijo “Soy Alejandro, pídeme lo que quieras y será tuyo”, a lo que Diógenes respondió: “Apártate pues, que me estás tapando el Sol”. En algunas versiones sigue el intercambio con el Magno diciendo sorprendido “Si yo no fuera Alejandro, querría ser Diógenes”, a lo que el filósofo respondió “Y si yo no fuera Diógenes, también querría ser Diógenes”.
¿Por qué esta anécdota? Porque muestra que el cinismo en particular y la filosofía práctica en general siempre se va a enfrentar a un escrutinio al que los sistemas más teóricos y abstractos no tienen que enfrentarse. Alejandro no visita a Diógenes y le ofrece cualquier cosa solo porque considere que se lo merece, si no también para ver cómo reacciona a la oferta. Si el filósofo hubiera pedido cualquier cosa material, hubiera traicionado su propia filosofía y modo de vida, y si simplemente hubiera ignorado al Magno hubiera reconocido tácitamente que no considera sus propias ideas lo suficientemente fuertes como para enfrentarse a la oferta de cualquier otra cosa. Pidiendo algo tan sencillo, algo que literalmente cualquier otra persona también hubiera podido ofrecer no solo reafirma el hecho de que lo que tiene y lo que piensa son las mejores opciones, si no que rebaja a Alejandro al nivel de cualquier otra persona. No importa que seas rey y pronto uno de los mayores conquistadores de la historia, para mí no eres más que cualquier otro. La segunda parte sirve para confirmar esta idea, pues cuando alguien como Alejandro dice que querría ser tú es posible responder que querrías ser otra cosa, pero no hay nada más salvaje que responder que tú también querrías ser tú si no fueras tú, demostrando que consideras que has alcanzado el ideal humano.
Esta anécdota, junto con otra mucho menos conocida en la que Diógenes le dice a Alejandro que no puede diferenciar los huesos de su padre de los huesos de un perro en un basurero en el que andaba rebuscando, representa perfectamente el ideal de libertad individual y rotura de las constricciones sociales que los cínicos buscan, aunque encaja demasiado bien como para que no haya sido endulzada y rehecha decenas de veces. Puede que Diógenes y Alejandro llegasen a conocerse en algún momento, pues aunque Alejandro pertenece a dos generaciones después de la de Diógenes, se dice que el filósofo vivió hasta pasar los 90 años, con lo que temporalmente tendría sentido, aunque personalmente me parece casualidad que un hombre conocido por enfrentarse a toda autoridad y poder se encontrase con el hombre que representa la autoridad y el poder en el mundo antiguo.
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