Cuando yo empecé a leer a Úrsula K. LeGuin no sabía qué esperarme. Había oído hablar de sus libros desde varias perspectivas y sabía que para muchos es una de las escritoras más importantes del siglo veinte. También sabía que era una reconocida anarquista que había escrito mucho sobre formas de organización no autoritarias y había hecho análisis desde una perspectiva anarquista de varias cosas. Por supuesto empecé por su novela más famosa Los Desposeídos , de la que ya hablé en esta entrada y que me sorprendió por la absoluta falta de sutileza de su mensaje. No me esperaba que una novela considerada obra maestra fuera tan abiertamente anarquista ni que fuera tan abiertamente crítica con el anarquismo a la vez. Por supuesto me enamoré y quise seguir leyendo las obras de LeGuin. Y ya que había empezado por su ciencia ficción, seguí por ahí, leyendo El Mundo de Rocannon , y El Nombre del Mundo es Bosque y perdí un poco el interés. Antes de nada decir que estas dos últimas no son ni m
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