En esta vida hay algunas contradicciones que te vienen impuestas por circunstancias fuera de tu control. Ser comunista y vivir en el capitalismo es un ejemplo flagrante, pero hoy vengo a hablar de otro, uno que me toca de cerca incluso más: ser un misántropo y trabajar de cara al público. Porque sí, yo me considero a mí mismo un misántropo. Quizá uno suave, pero misántropo al fin y al cabo. No me gustan nada las personas, así como concepto. No sé si se puede decir que las odio, pero desde luego no las tengo aprecio. Y por cosas de la vida, me encuentro trabajando de cara al público, teniendo que relacionarme con al menos una decena de personas nueva cada día. Y es verdad que como en todas partes, hay de todo. Hay gente a la que puedes soportar sin problema porque son muy majos, gente absolutamente repelente y todo lo que queda en medio. Sin embargo, ocurre algo curioso. Y es que mi relación con estas personas podría considerarse algo institucional, con mediación de una situación social
Blog de opinión y desopinión.